El uso de la Toxina botulínica tipo A es uno de los procedimientos más solicitados desde 1999 y así lo refleja el último informe de la American Society Aesthetics Plastic Surgery. Se mantiene como el tratamiento mínimamente invasivo más demandado para control y prevención de las arrugas gestuales y retrasa la aparición de arrugas estáticas.

La toxina botulínica cumple un rol fundamental en la prevención del envejecimiento. En un inicio, la toxina botulínica se utilizaba en medicina estética casi exclusivamente para tratar las arrugas del entrecejo y no se conocía su faceta preventiva, ya que sólo el tiempo permitió establecer una comparativa en la evolución de los pacientes.

Los tratamientos con toxina botulínica son los más indicados para tratar las arrugas de expresión, aquellas que se forman cada vez que alguien se expresa, ríe o llora, lo que produce que los músculos de la cara se contraigan y con el paso del tiempo formen arrugas tales como las líneas de la frente, del entrecejo y las patas de gallo entre otras.

La aplicación es un proceso mínimamente invasivo, rápido e indoloro y se realiza mediante pequeñas y superficiales micro-inyecciones de la toxina botulínica en la musculatura facial del tercio superior responsable de la formación de la arruga y, al relajarlo temporalmente, previene la formación de nuevas líneas de expresión, ya que su efecto impide la profundización de las arrugas existentes y la formación de nuevas actuando de manera preventiva.

Así, puede decirse que estos tratamientos cumplen dos funciones: prevenir la formación de arrugas y tratar las existentes. Los pacientes tratados con toxina botulínica por arrugas existentes retrasan notoriamente la aparición de nuevos surcos de expresión y a los pacientes más jóvenes se les puede aplicar para prevenir la formación del surco en aquellas pequeñas marcas que nos indican exactamente donde se formará la arruga dinámica.

Los efectos iniciales se hacen visibles entre las 48 y 72 horas después del tratamiento, y los máximos resultados se observan a los 15 días. La pérdida del efecto es gradual y la duración de sus efectos es de cuatro a seis meses, dependiendo del metabolismo de cada paciente, la técnica de aplicación y la dosis utilizada.

Pero lo más importante, es la valoración personalizada del profesional médico, ya que el manejo depende directamente de la causa, y los casos más complejos requieren manejos complementarios.

La clave no es borrar las arrugas sino recuperar un aspecto fresco, descansado con una mirada despejada y con mucha naturalidad.

Centro Médico Azuaje

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