El colágeno es la proteína más abundante del organismo. Implica un 30% de las proteínas totales que tenemos y forma parte del tejido en el cuerpo. Proporciona firmeza, resistencia y elasticidad a la piel. Pero además ayuda a mantener la salud ocular y la de músculos, articulaciones, ligamentos, tendones y cartílagos.

Sin embargo, al envejecer se merma su producción de manera progresiva y exponencial. La disminución comienza a partir de los 25 años y toma un camino lento pero irreversible. A partir de los 40 años el ritmo de pérdida se fija en un 1% anual y se acentúa aún más después de la menopausia, ya que durante los primeros cinco años se reduce el 30% de colágeno. Todo esto convierte a la piel en el órgano que más rápido evidencia la edad cronológica de la persona. Junto a la elastina, el colágeno funciona como una especie de “andamio” que sostiene la piel. Con su pérdida se evidencia la temida flacidez, falta de firmeza y elasticidad.

El problema radica en el funcionamiento de los fibroblastos, que son el tipo de células que contribuyen a la formación de tejido conectivo. “Durante el envejecimiento, los fibroblastos se afectan por el estrés oxidativo y procesos inflamatorios que alteran su capacidad metabólica, por lo que disminuye la producción de colágeno; las fibras de este presentan mayor desorientación y desorganización, lo que reduce su capacidad de retención de agua, y también sus propiedades mecánicas se ven afectadas, lo que provoca disminución de su capacidad de extensibilidad y de su resistencia a la ruptura” detalla la doctora Débora Azuaje, directora del Centro Médico Azuaje.

La edad no es el único factor que entra en juego. La pérdida de colágeno también se asocia con exceso de sol, tabaco, abuso de alcohol, no dormir y la práctica excesiva de actividad física.

De cremas y sérums

El colágeno utilizado en cosmetología es un activo muy valorado como arma para disminuir o atajar la pérdida de colágeno y frenar así el envejecimiento prematuro, mejorar pieles fatigadas, deshidratadas o con acné. En el mercado encontramos tres tipos de colágeno principalmente: de origen animal (porcino, ovino), donde la molécula de colágeno coincide un 95% con el colágeno humano; colágeno marino (peces), que coincide en un 30% y por biotecnología(vegano), donde puede coincidir hasta en un 100%.

El problema radica en que el colágeno es una molécula grande que no puede atravesar hasta las capas más profundas de la piel (dermis e hipodermis) de forma eficiente cuando se aplica tópicamente con cremas, sérums o mascarillas. Al no poder pasar más allá, no aporta el colágeno necesario a esas zonas. El colágeno tópico lo único que puede hacer es hidratar la piel, pero no conseguirá tener un efecto en las capas profundas de la dermis donde ocurre la formación de la proteína.

En la tasa de absorción de un cosmético también intervienen otros factores, como el tamaño de la molécula, grado de solubilidad, concentración, cantidad, textura, excipientes, condiciones de la piel donde se aplica y la técnica y el orden en el que se aplican los cosméticos.

Por lo tanto, asegurar que una crema o sérum con colágeno puede incrementar directamente los niveles de esta proteína en la piel es discutible desde un punto de vista científico. Sin embargo, algunos productos pueden contener ingredientes que alientan de forma directa a las células de la piel responsables de la producción de colágeno, como son algunos péptidos o antioxidantes. Los cosméticos que sí pueden ayudar a la formación de nuevo colágeno deben llevar principios activos que estimulen a las células de la piel, como es el caso de los retinoides o algunas formas de vitamina C.

👩🏻‍⚕️ Es importante acudir a un médico especializado para obtener la información necesaria para la realización de un tratamiento estético.

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