Para muchas personas la llegada del mes de septiembre marca el fin de las vacaciones de verano. Precisamente por ello es el momento de reparar los daños de la exposición al sol, los excesos o la relajación en los cuidados habituales hayan podido causar a nuestra piel. Como consecuencia resulta una piel más deshidratada, incluso con quemaduras, resultado de una insolación excesiva o de no haber tomado las medidas de protección adecuadas, así como las tan temidas manchas. “Cuando los rayos UVA penetran en la piel, la célula pigmentaria de ésta, el melanocito, produce la melanina que pigmenta y que también actúa como barrera. Sin embargo, demasiada exposición a estos rayos provoca una sobreproducción de melanina, por lo que aparecen las manchas”, nos explica la Dra. Débora Azuaje, referente en Medicina Estética.
Hay muchos tipos de manchas que pueden salir en la piel. Por eso, antes de “realizar algún tratamiento” hay que ver de qué tipo son. “Al abordarlas es muy importante diferenciarlas de lesiones malignas, como puede ser el melanoma. Así, previamente a acometer cualquier tratamiento, es fundamental un diagnóstico”.
Las causadas por el sol suelen ser de dos tipos. Por una parte están los léntigos solares, que son manchitas redondas de unos milímetros y color marrón parduzco (similares a lentejas, de ahí su nombre), que aparecen en zonas en las que da mucho el sol (como dorso de las manos, cara y escote) como efecto del fotoenvejecimiento de la piel. El melasma–también llamado cloasma o paño de embarazada– que es muy frecuente en mujeres por una cuestión hormonal, pues niveles altos de estrógenos juegan un papel importante en su aparición. Suele aparecer en frente, mejillas y labio superior y, al estar alterados los melanocitos por esa influencia hormonal, se disparan. Se aclaran durante el invierno, cuando hay menos sol. Los melasmas no son “dañinos”.
En el caso de los léntigos, su abordaje se hace mediante cremas cosméticas, fundamentalmente con retinol (que es el principio activo más efectivo en estos casos), y procedimientos como peelings). Lo óptimo es la combinación y normalmente se aplican uno o dos de ellos. Su tratamiento dura unos tres meses.
Por contra, en el melasma. Su abordaje sería “en pirámide”: en primer lugar usar protección solar como rutina cosmética y cremas despigmentantes, fundamentalmente hidroquinonas (que son las más eficaces), retinoides y moléculas como la vitamina C. Con ello se busca que el melanocito “trabaje menos” –explica la doctora Azuaje–. La terapia fotodinámica y la bioestimulación facial es una técnica no invasiva basada en la estimulación, regeneración y reparación de la piel . Un tratamiento médico estético completo de rejuvenecimiento, dermatológico por sus positivos resultados en formación de colágeno, cicatrización, linfotrópico, antiinflamatorio, manchas y bacteriológico. Y, por último, los procedimientos en consulta tales como peelings, que facilitan que el producto penetre en todas las capas de la piel.
Los peelings despigmentantes, que se realizan con productos para descamar la piel y ayudarla a regenerarse, servirían para las manchas superficiales o de la dermis superficial.
En el caso de manchas más profundas se necesitaría uno más fuerte con Fenol, si bien éste no está indicado para todo tipo de pieles.
El tratamiento suele durar unos tres meses, aunque a los dos ya se ve mejoría. Eso sí, depende de cada caso: cuanto más oscura y más tiempo lleve la mancha, más difícil será su tratamiento. Y, aunque se puede tratar para controlarlas, si se vuelve a tomar el sol la mancha aparecerá de nuevo. Sucede porque los melanocitos están ya alterados. En este caso resulta fundamental usar protección solar los 365 días del año.
En cualquier caso, las manchas que aparecen hoy no son a causa del sol que hemos tomado este verano, sino por el de todos los previos. La acumulación es la clave.
Centro Médico Azuaje